La acusaciĂłn es larga y fuerte.
Una camarilla de polĂticos, gobiernos, tribunales, autoridades mĂ©dicas, compañĂas farmacĂ©uticas, agencias multinacionales, los principales medios de comunicaciĂłn, acadĂ©micos y fundaciones, particularmente el Foro EconĂłmico Mundial, han inventado respuestas a un virus y sus variantes que han robado a la gente las libertades legĂtimas, son un mecanismo para la imposiciĂłn del totalitarismo global y han amplificado en lugar de reducir los peligros del virus. infligir lesiones graves y la muerte que durarĂĄ años, tal vez dĂ©cadas, y afligirĂĄ a millones, si no miles de millones, de vĂctimas (Ver"Los medios son el fin",Robert Gore, SLL, 13 de noviembre de 2021).
Esta es su Ășltima oportunidad.
Pueden revertir el curso y orar a cualquier deidad demonĂaca a la que oren para que sea suficiente para evitar la retribuciĂłn que merecen, o pueden perecer en la destrucciĂłn que han creado. CosecharĂĄn lo que han sembrado, su tiempo se acabĂł.
Esto es todo, el Ășltimo suspiro de los psicĂłpatas que expresan su desprecio y odio por la humanidad tratando de gobernarla. CompulsiĂłn, no cooperaciĂłn voluntaria y natural. Poder, atracciĂłn y polĂtica, no incentivos, competencia, producciĂłn honesta y comercio de valor por valor. De cada uno segĂșn su virtud a cada uno segĂșn su depravaciĂłn.
"The Last Gasp", Robert Gore, SLL, 24 de marzo de 2020
Se les acabĂł el tiempo.
Esta afirmaciĂłn puede parecer tan imprudentemente tonta como el ultimĂĄtum de Luke Skywalker - "¡Jabba, esta es tu Ășltima oportunidad, libĂ©ranos o muere!" - le hizo a Jabba la cabaña en el pozo sarlacc.
No lo es, pero entender por quĂ© requiere una comprensiĂłn de movimiento lento (en la escala de tiempo humana) pero fuerzas enormemente poderosas. La mayorĂa de la historia estudia las cosas equivocadas y la mayorĂa de las predicciones son proyecciones en lĂnea recta del presente y del pasado reciente.
El eje de la historia es la innovaciĂłn, no los gobiernos y los gobernantes. No sabemos quiĂ©n gobernĂł a quiĂ©n cuando la humanidad vivĂa en cuevas, pero sĂ sabemos que alguien domĂł el fuego, alguien plantĂł semillas y las cultivĂł para alimentarse, y alguien inventĂł la rueda. Con tales pasos, la humanidad emergiĂł de las cuevas y comenzĂł a construir la civilizaciĂłn. Incluso en esta etapa temprana, una cosa estaba clara: la innovaciĂłn crea nuevas capacidades y oportunidades y sirve como base para una mayor innovaciĂłn.
El gobierno es la adquisiciĂłn de recursos que permite a quienes gobiernan ejercer control sobre quienes gobiernan. Esto presupone recursos, lo que presupone la producciĂłn. El gobierno siempre es subsidiario de la producciĂłn, sin embargo, la mayor parte de la historia se centra en lo primero y trata lo segundo como un asunto secundario. Esto es mirar hacia abajo del telescopio desde el extremo equivocado. Antes de que un gobierno pueda tomar a alguien debe hacer.
La historia estudiada es una triste sucesiĂłn de tomadores violentos: sus reinos e imperios, sus exacciones de la poblaciĂłn, sus guerras, sus depredaciones, sus monumentos, etc. La mayor parte de esto es trivial en comparaciĂłn con la innovaciĂłn que se queda corta.
¿QuiĂ©n gobernĂł quĂ© naciones en 1440 y quĂ© efecto tiene lo que hicieron en nosotros hoy? No hay una persona en diez millones que pueda responder a esas preguntas con conocimiento. Pregunte en cambio si la imprenta de tipo mĂłvil que Johannes Gutenberg inventĂł ese año ha tenido un efecto en sus vidas y la mayorĂa reconocerĂĄ su importancia ineludible.
Los pocos gobernantes que han gobernado sabiamente son en gran parte olvidados. La regla sabia es mantener las condiciones que permiten a las personas mismas crear, innovar y producir, lo que se ha llamado el estado del vigilante nocturno. Protegerlos a ellos y a sus propiedades de la invasiĂłn, la violencia, el robo y el fraude son las tareas importantes pero minimalistas para tales gobiernos. Crucialmente, tal protecciĂłn de la gente se extiende a la protecciĂłn del propio gobierno. Este tipo de gobierno no ofrece a los aspirantes a gobernantes ninguna oportunidad para el hurto, el autoengrandecimiento y el poder que anhelan, por lo que han sido tan raros.
El estado perfecto de vigilante nocturno nunca se ha logrado. Solo ha habido unos pocos que se han acercado. Las condiciones de libertad relativamente mayor, sin embargo, han coincidido con las explosiones de innovaciĂłn y productividad que han legado a la humanidad la mayor parte de su progreso.
La explosiĂłn de los Estados Unidos fue la RevoluciĂłn Industrial, que lanzĂł prĂĄcticamente todas las industrias importantes que tenemos hoy en dĂa y llevĂł a la naciĂłn de sus raĂces agrarias a la preeminencia industrial. Con la excepciĂłn de Theodore Roosevelt, un caso atĂpico en muchos sentidos desafortunados, los presidentes que presidieron durante la RevoluciĂłn Industrial (1865-1913) han pasado a la oscuridad, siempre un destino deseable para los presidentes. (Ver"The Magnificent Eleven",Robert Gore, SLL, 3 de mayo de 2017. Para un tratamiento ficticio de la Ă©poca, vĂ©ase The Golden Pinnacle,Robert Gore, 2013.)
La fecundidad del siglo XIX puso la mesa para la locura del siglo XX, dando a los gobernantes psicópatas los recursos para dos guerras mundiales e innumerables mås pequeñas, los gobiernos mås totalitarios de la historia, los genocidios y la perpetración de innumerables otras miserias y horrores. El siglo XX es fåcilmente el mås tirånico y sangriento de la historia. hasta ahora. Emblemåtico del siglo es su "mayor" invento, el armamento nuclear, que puede destruir toda la vida en la tierra.
En los Estados Unidos, el establecimiento del banco central y la imposiciĂłn de impuestos sobre la renta en 1913 permitieron al gobierno expropiar una proporciĂłn mucho mayor de los ingresos y la riqueza de la naciĂłn de lo que tenĂa. Poco despuĂ©s, ignorando el sabio consejo de George Washington de evitar enredos extranjeros, Estados Unidos entrĂł en la Primera Guerra Mundial. La RevoluciĂłn Industrial y su libertad comparativa habĂan terminado, la acumulaciĂłn de poder estatal que continĂșa hasta el dĂa de hoy estaba en marcha.
El gobierno resurgiĂł como la instituciĂłn dominante, como lo ha sido durante la mayor parte de la historia, no solo en los Estados Unidos sino en todo el mundo. La moda intelectual siguiĂł la tendencia polĂtica. El dinero y el poder, perspectivas embriagadoras para muchos intelectuales, debĂan tenerse promoviendo el crecimiento del estado y tocando a sus funcionarios. Algunas almas valientes hablaron en contra de la tendencia y defendieron la libertad, pero fueron ignoradas y rechazadas. Hoy en dĂa, los campeones de la libertad estĂĄn relegados a rincones oscuros de Internet.
Uno pensarĂa que viviendo del legado productivo de la RevoluciĂłn Industrial, con la primera llamada a los ingresos y la riqueza acumulada, los gobernantes obtendrĂan mĂĄs que amplios recursos para hacer lo que quisieran. No es asĂ. Sus esquemas y rapacidad son ilimitados, mientras que incluso en las sociedades mĂĄs productivas y ricas, los recursos no lo son. Los gobiernos y sus bancos centrales han creado una explosiĂłn de deuda que deja al mundo en el agujero financiero mĂĄs profundo que jamĂĄs haya existido.
La explosiĂłn se ha acelerado en los Ășltimos años, dejando a los gobernantes en los lĂmites exteriores de lo que pueden expropiar o pedir prestado. Cualquiera que sea el crecimiento en el PIB que ahora aclaman, el crecimiento no mencionado de la deuda es mayor: el agujero se hace mĂĄs profundo. Este estado de cosas ilustra la perogrullada central de la historia: los gobiernos no pueden producir. Su stock en comercio, coerciĂłn y violencia, sĂłlo destruye. Hacer que los productores sean esclavos de los impuestos y la deuda de aquellos que no producen nada destruye tanto la producciĂłn como la integridad.
La sentencia de muerte sonĂł en 1971 cuando el gobierno de Estados Unidos repudiĂł el Ășltimo vestigio de su promesa de canjear sus dĂłlares por oro. La deuda serĂa la moneda del reino. El insĂpido tĂ©rmino "financiarizaciĂłn" esconde la obscenidad moral. Cada año la deuda de la naciĂłn ha crecido. La producciĂłn, cuando se compensa con esa deuda, se ha reducido, y una parte cada vez mĂĄs grande de lo que queda se desvĂa a aquellos que no producen. Washington decide quiĂ©n obtiene quĂ©, pero no puede ordenar el quĂ©. Eso se reduce a medida que se penaliza la virtud productiva y se recompensa el robo, el fraude y la violencia.
Este estado de cosas cada vez mĂĄs precario ha durado cincuenta años. No durarĂĄ mucho mĂĄs. SĂłlo la bancarrota moral e intelectual mayor que la bancarrota financiera actual podrĂa llamar a este fracaso abyecto un fracaso del capitalismo.
El capitalismo es la economĂa de la libertad polĂtica. El estrangulamiento de ambos en los Estados Unidos comenzĂł oficialmente en 1913. Son la antĂtesis de lo que ahora tenemos, el colectivismo dirigido por el Estado. El capitalismo y la libertad no le fallaron al pueblo, el pueblo le fallĂł al capitalismo y a la libertad. Si las personas no pueden manejar la libertad individual, como a los colectivistas les gusta argumentar, ciertamente no pueden manejar el poder colectivista, como lo han demostrado ampliamente los siglos XX y XXI. Es como el mocoso en una habitaciĂłn llena de niños autodirigidos e interactuando felizmente tomando el control de la habitaciĂłn.
Supuestamente los colectivistas cosecharĂĄn las recompensas de las Ășnicas cosas que producen: destrucciĂłn y muerte. DespuĂ©s del colapso, un gobierno colectivista global reemplazarĂĄ la multiplicidad actual de gobiernos colectivistas. La mayorĂa de los sobrevivientes del colapso se convertirĂĄn en esclavos que viven de la subsistencia repartida por la pequeña aristocracia que gobernarĂĄ el planeta. El trabajo real serĂĄ realizado por mĂĄquinas artificialmente inteligentes. Los esclavos serĂĄn pacificados quĂmica y electrĂłnicamente a travĂ©s de tecnologĂas de realidad virtual ubicuas y monitoreados incesantemente mientras los aristĂłcratas viven en un esplendor inimaginable. Aquellos que se resisten a la pacificaciĂłn y la esclavitud serĂĄn "corregidos", o si eso falla, asesinados.
Esta es simplemente una proyecciĂłn en lĂnea recta del presente y el pasado reciente que ignora una contratendencia completamente evidente que aĂșn cobra fuerza. DespuĂ©s de una carrera de siglos en el mercado alcista, el gobierno como instituciĂłn ha alcanzado su punto mĂĄximo. Los planes y predicciones de los totalitarios globales son las racionalizaciones demasiado confiadas de los millonarios reciĂ©n acuñados en la cima de los mercados alcistas: la "meseta permanentemente alta" en 1929, la "nueva economĂa" en 2000, "los precios de la vivienda solo suben" en 2007 y "la Fed nos respalda" ahora.
Ya tenemos ejemplos brillantes de fracaso colectivista totalitario en paĂses realmente grandes con mucha gente: la UniĂłn SoviĂ©tica y la China comunista. El primero colapsĂł despuĂ©s de que decenas de millones murieron, el segundo hizo una correcciĂłn a mitad de curso hacia mĂĄs libertad despuĂ©s de que decenas de millones murieron.
Los idiotas torpes atribuyen esos fracasos al control incompleto de los totalitarios o afirman que el colectivismo solo puede funcionar cuando el mundo entero estĂĄ completamente esclavizado. Ignoran el dilema central del control colectivista: no produce nada. Los gobiernos colectivistas roban, no producen. Un gobierno colectivista global producirĂĄ exactamente lo que produce la multiplicidad actual de gobiernos colectivistas: nada. Sin embargo, este gobierno supuestamente reconstruirĂĄ el mundo mejor de las cenizas del colapso financiero, econĂłmico y polĂtico.
Los colectivistas han perfeccionado una tĂ©cnica de gestiĂłn de la demanda que oscurece pero no resuelve la incapacidad productiva de los sistemas econĂłmicos que presidĂan: asesinar a mucha gente. Las personas son productoras, por lo que la producciĂłn se reduce mĂĄs rĂĄpido que las poblaciones, exacerbada por la capacidad infalible de los colectivistas para matar a las personas mĂĄs productivas. Los asesinos colectivistas de hoy planean usar la misma tĂ©cnica de gestiĂłn de la demanda, pero esta vez las mĂĄquinas de IA compensarĂĄn el dĂ©ficit.
La tecnologĂa actual de IA aĂșn no estĂĄ allĂ, pero de alguna manera una sociedad esclavista producirĂĄ las innovaciones necesarias para ponerla a punto. Lo absurdo de esta presunciĂłn queda plasmado en la contradicciĂłn en tĂ©rminos que supuestamente llenarĂĄn el vacĂo: la ciencia del Estado. La ciencia del estado es la propaganda aprobada del momento propagada por funcionarios estatales y cohortes mal etiquetadas como cientĂficos, por ejemplo, las circunvoluciones desenfrenadas, contorsiones, correcciones y prevaricaciones que caracterizan la parodia de Covid, el cambio climĂĄtico y la energĂa verde.
En cuanto a la esclavitud, Alexis de Tocqueville tuvo la Ășltima palabra sobre su economĂa en 1835.
Es cierto que en Kentucky los plantadores no estĂĄn obligados a pagar a los esclavos que emplean, sino que obtienen pequeñas ganancias de su trabajo, mientras que los salarios pagados a los trabajadores libres serĂan devueltos con interĂ©s en el valor de sus servicios. Al obrero libre se le paga, pero hace su trabajo mĂĄs rĂĄpido que el esclavo; y la rapidez de ejecuciĂłn es uno de los grandes elementos de la economĂa. El blanco vende sus servicios, pero sĂłlo se compran cuando pueden ser Ăștiles; el negro no puede reclamar ninguna remuneraciĂłn por su trabajo, pero el gasto de su manutenciĂłn es perpetuo; debe ser apoyado en su vejez, asĂ como en la virilidad, en su infancia sin fines de lucro, asĂ como en los años productivos de la juventud, tanto en la enfermedad como en la salud. El pago debe hacerse igualmente para obtener los servicios de cualquiera de las dos clases de hombres: el trabajador libre recibe su salario en dinero; el esclavo en la educaciĂłn, en la comida, en el cuidado y en la ropa. El dinero que un amo gasta en el mantenimiento de sus esclavos va gradualmente y en detalle, de modo que apenas se percibe; el salario del trabajador libre se paga en una suma redonda y parece enriquecer sĂłlo al que lo recibe; pero al final el esclavo ha costado mĂĄs que el siervo libre, y su trabajo es menos productivo.
Alexis de Tocqueville, Democracia en América, Volumen Uno, 1835
Los esclavos no poseerĂĄn nada porque no producirĂĄn casi nada. Es dudoso que sean mĂĄs felices con ese estado de cosas de lo que los esclavos han sido en el pasado.
Volviendo de nuevo al registro histĂłrico, los logros de la ciencia y la industria estatales son un topo casi indetectable en comparaciĂłn con el Everest de innovaciones y riqueza que fluye de la investigaciĂłn cientĂfica libre y la producciĂłn. Escogiendo a travĂ©s de este escaso molehill, uno encuentra que muchos "logros" estatales son simplemente formas nuevas y mejoradas de matar personas.
Dejando de lado las proyecciones en lĂnea recta, lo que realmente viene es el mayor cambio de tendencia de la historia: el colapso financiero, econĂłmico, intelectual y moral total. La asombrosa suma de deuda global, pasivos no financiados y derivados estĂĄ en los cuatrillones, un mĂșltiplo de dos dĂgitos de la producciĂłn global. Los nĂșmeros son tan grandes y opacos que no se puede derivar una estimaciĂłn mĂĄs precisa para ese mĂșltiplo. Cada activo y flujo de ingresos ya estĂĄ prometido como garantĂa, a menudo varias veces, o serĂĄ una garantĂa de facto a medida que aumenten las bancarrotas y la rapacidad de los gobiernos; robarĂĄn todo lo que puedan tener en sus manos. Lo que la mayorĂa del mundo considera como riqueza es la deuda o el capital de alguien, por lo que la insolvencia se abrirĂĄ camino rĂĄpidamente a travĂ©s de la cadena de margaritas. Hasta aquĂ la financiarizaciĂłn.
Al igual que el colapso financiero y econĂłmico, el colapso intelectual y moral se centrarĂĄ en los gobiernos. Miles de millones de personas adoctrinadas en alguna versiĂłn del dogma estatista mirarĂĄn a los gobiernos como la soluciĂłn para el apocalipsis creado por el gobierno. Intelectuales cortesanos, luces de los medios de comunicaciĂłn, shills corporativos y otros secuaces y sapos correrĂĄn como cucarachas en una cocina sucia cuando se enciendan las luces. Su voluminosa producciĂłn de dreck pĂștrido y adorador del estado tendrĂĄ el mismo valor que la deuda fiduciaria y las monedas.
Los "lĂderes de pensamiento" de hoy estĂĄn dando vueltas por el desagĂŒe. EstĂĄn en el lado equivocado de la historia y se llevarĂĄn consigo a miles de millones de devotos creyentes en la omnisciencia y omnipotencia del gobierno. Las corporaciones colectivistas de compinches de gatos gordos hasta aquellas que subsisten con alguna forma de pagos de transferencia otorgados por el estado encontrarĂĄn la tetina del gobierno marchita y estĂ©ril. La nociĂłn ilusoria de que los gobiernos en bancarrota pueden proporcionar ingresos bĂĄsicos universales serĂĄ tratada con la burla universal que merece.
El gobierno ha estado colapsando bajo su propio peso durante dĂ©cadas. Si uno tuviera que graficar su fuerza general, el gobierno de los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial era el mĂĄximo gobierno: el imperio de los Estados Unidos estaba en su ĂĄpice econĂłmico, polĂtico y militar indiscutible. Vietnam, el abandono del patrĂłn oro por parte de Nixon, la caĂda de la URSS, la guerra contra el terrorismo, la Ley Patriota y la locura del Covid marcarĂan algunos de los puntos de inflexiĂłn a la baja desde entonces.
La historia probablemente recordarĂĄ la fraudulenta ascensiĂłn de biden a la camarilla al poder como la ruptura brusca final, la demarcaciĂłn del vertiginoso choque. Es difĂcil imaginar que la instituciĂłn que juega un papel tan importante en todas nuestras vidas simplemente serĂĄ escombros en medio del caos y las ruinas, pero pocas personas previeron el fin del estado soviĂ©tico tampoco. Las proyecciones en lĂnea recta no producen tales predicciones.
Para aquellos que gobiernan y estĂĄn tratando de implementar su consolidaciĂłn global: Esta es su Ășltima oportunidad de salvar sus propios pellejos. Nada detendrĂĄ el colapso, pero al menos puedes abandonar tu nefasto proyecto y su plan totalitario. Es su Ășnica oportunidad de evitar el pozo Sarlacc, y esa es una pequeña posibilidad. El colapso centrarĂĄ la atenciĂłn de sus vĂctimas en su ruina y su responsabilidad por ello. TendrĂĄs suerte de escapar de su retribuciĂłn. Tu odiosa clase siempre ha ocultado tus fracasos y ha tratado de cambiar la culpa, pero ese juego ha terminado.
Como siempre sucede después de los cataclismos, los sobrevivientes se reconstruirån. La raza humana es un grupo resistente. Con el capital anterior, la deuda y sus correspondientes activos de crédito eliminados, y muchos activos reales destruidos en el caos y el caos, habrå poco capital para financiar sus esfuerzos. El capital se ganarå y reconstruirå a la antigua usanza: el consumo menos que la producción generarå ahorros invertidos en empresas cuyos rendimientos compongan los ahorros.
Con los gobiernos quebrados o aniquilados, los grupos emergentes en åreas geogråficas mås pequeñas tendrån que recurrir a sus propios recursos para obtener protección. Por otro lado, no se verån afectados por los impuestos confiscatorios, las leyes y regulaciones sofocantes, la corrupción desenfrenada, la vigilancia del Gran Hermano, la violencia perpetua y la idiotez general que ahora damos por sentado entre los gobiernos.
HabrĂĄ una multiplicidad descentralizada de nuevos arreglos polĂticos y subdivisiones, desde agujeros negros caĂłticos hasta enclaves bien ordenados. El Ă©xito de estos Ășltimos se deberĂĄ a la libertad que abrazan, los derechos individuales que protegen y su capacidad para defender sus enclaves. SurgirĂĄn nuevas industrias, tecnologĂas, modos de comercio y formas de vida. Este serĂĄ el verdadero gran reinicio, no la versiĂłn de Klaus Schwab, que solo recicla conceptos fallidos de poder centralizado y subyugaciĂłn colectiva a mayor escala.
PrepĂĄrese para el impacto, el colapso estĂĄ en marcha y pronto alcanzarĂĄ su punto de inflexiĂłn, si es que aĂșn no lo ha hecho. SerĂĄ una prueba de carĂĄcter diferente a todo lo que hemos enfrentado antes. Fue Jabba the Hut y sus espeluznantes cohortes, el establecimiento de Planet Tatooine, quienes fueron destrozados y arrojados al pozo Sarlacc. La mayor debilidad de nuestros enemigos: la arrogante estupidez del mal y el desmoronado baluarte de mentiras tras las que se esconde. Estos son los aliados de Samuel Adams, "una minorĂa furiosa e incansable dispuesta a encender fuegos de libertad en las mentes de los hombres". Nuestra mayor arma: el espĂritu humano magnĂficamente desafiante que se para en la tabla sobre el abismo y grita: "¡Jabba, esta es tu Ășltima oportunidad, libĂ©ranos o muere!"
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