body{ background-image:url(https://sites.google.com/site/acemarmar/fotos/fotos%20fav.jpg); background-position:center; background-repeat:no-repeat; background-attachment:fixed; -moz-background-size: cover;-webkit-background-size: cover;background-size: cover; }

noticias Recientes

8/recent/ticker-posts

Trump v. Atlanticismo: comprensiĆ³n del rusiagate

 Escrito por Thomas Farnan a travĆ©s de OneLeggedParrot.com,

El mes pasado, el presidente Trump pasĆ³ por alto a Europa, la OTAN y todo el orden de posguerra y abriĆ³ una conversaciĆ³n directamente con Rusia. Al hacerlo, desafiĆ³ el paradigma de polĆ­tica exterior establecido por Washington que habĆ­a estado vigente desde la dĆ©cada de 1940.

“They” siempre temiĆ³ que fuera allĆ­, y “they” intentĆ³ evitarlo por una serie interminable de investigaciones, procesamientos y juicios polĆ­ticos.

El “que Trump desafiĆ³ se llama X ” Deep State“, que es un apodo colorido. TambiĆ©n tiene un nombre real: “Atlanticism,” despuĆ©s de la Carta del AtlĆ”ntico firmada por Roosevelt y Churchill. Es el “A” en “OrganizaciĆ³n del Tratado del AtlĆ”ntico Norte.”

En tratados de tono alto, El atlantismo describiĆ³ una forma de imperio construido sobre la hegemonĆ­a estadounidense. La justificaciĆ³n moral se basĆ³ aparentemente en la benevolencia estadounidense, una proyecciĆ³n de la virtud que se basaba en la propaganda. Sin embargo, su anĆ”logo histĆ³rico mĆ”s cercano fue el colonialismo.

Las tierras ocupadas por la ideologĆ­a atlantista comerciaban con moneda estadounidense. La OTAN existĆ­a para disuadir la amenaza soviĆ©tica. Pero tambiĆ©n era un ejĆ©rcito de ocupaciĆ³n. No hubo gobiernos coloniales. En cambio, hubo un control estricto de la informaciĆ³n, gobiernos tĆ­teres e interferencia electoral.

Cuando Trump cuestionĆ³ la continua necesidad de la OTAN en 2016, instituciones con intereses financieros en el atlantismo llevaron a cabo una operaciĆ³n de poder blando de la Guerra FrĆ­a en su contra. Las agencias de inteligencia occidentales se movilizaron para conectar a Trump con Rusia, lo que dio lugar a una serie de trucos polĆ­ticos sucios.

Russiagate no era simplemente una desventura burocrĆ”tica disfrazada de intriga extranjera. Fue, en cambio, el esclerĆ³tico aparato espĆ­a de posguerra dirigido a un candidato presidencial estadounidense y luego a un presidente.

En 2024, Trump volviĆ³ a ganar la presidencia, en parte debido al disgusto del electorado por los trucos sucios. Al regresar a la Oficina Oval, deliberadamente reorientĆ³ la polĆ­tica exterior hacia el hemisferio estadounidense.

He Truth socializĆ³ agresivamente sobre CanadĆ”, MĆ©xico, Groenlandia y PanamĆ”, enviando a su nuevo Secretario de Estado en su primera misiĆ³n diplomĆ”tica para negociar mejores tarifas en el paso por el Canal de PanamĆ” despuĆ©s de amenazar con recuperarlo por la fuerza.

El presidente Trump estaba dirigiendo el barco del Estado de regreso a la polĆ­tica exterior de la Doctrina Monroe, en la que Estados Unidos se centraba en los problemas en su propio hemisferio – y no en los movimientos “democracia” en el extranjero.

La nueva administraciĆ³n Trump dejĆ³ claro que Ucrania no serĆ­a invitada a la OTAN, lo que habrĆ­a obligado a Estados Unidos a enviar tropas a medio mundo de distancia para luchar contra Rusia. Hay informes creĆ­bles de que el presidente Trump tambiĆ©n ha comenzado a negar a los guerreros proxy de la OTAN en Ucrania los cĆ³digos de cifrado necesarios para atacar a Rusia con drones y misiles.

Sin caballerĆ­a estadounidense que venga a salvar el dĆ­a y el presidente Trump cultivando una relaciĆ³n diplomĆ”tica independiente con Rusia, el camino mĆ”s racional en Ucrania es negociar un alto el fuego.

Cualesquiera que sean sus intenciones – y podrĆ­an decirse que eran – altruistas El atlantismo se convirtiĆ³ en un monstruo de Frankenstein que llevĆ³ su diseƱo inicial a su conclusiĆ³n racional que amenazaba la existencia.

Arrastramos la superficie de lo que eso significa en USAID, Soft Power y cĆ³mo Solzhenitsyn predijo esta crisis. Lo siguiente se basa en una recopilaciĆ³n de ensayos escritos entre 2016 y 2020 que conectan Russiagate con el atlantismo. Incluye enlaces a fuentes originales y algunas actualizaciones.

Para comprender la malevolencia del atlantismo, es esencial captar los detalles descabellados del golpe que intentĆ³ durante el primer mandato del presidente Trump. La siguiente es la historia mĆ”s loca jamĆ”s contada en la historia de la polĆ­tica estadounidense. Ahora que el presidente Trump ha cerrado el cĆ­rculo al embarcarse en una nueva polĆ­tica exterior, es relevante revisar la historia de principio a fin con el beneficio de un contexto adicional.

***

En la dĆ©cada de 1950, la Guerra FrĆ­a se librĆ³ sobre la premisa de la teorĆ­a del dominĆ³. . Se pensaba que Rusia tenĆ­a la intenciĆ³n de difundir la ideologĆ­a comunista mediante una insurrecciĆ³n armada por todo el mundo. La Amenaza Roja tuvo que ser detenida con sangre y tesoros en lugares como Vietnam y El Salvador.

La lĆ³gica de la teorĆ­a del dominĆ³ comprometiĆ³ a Estados Unidos con un fortalecimiento militar sin precedentes en tiempos de paz. AdemĆ”s, occidente creĆ³ una intrincada burocracia de espionaje para discernir los malvados designios de Rusia. . El acuerdo Five Eyes fue una alianza de posguerra entre Estados Unidos, Reino Unido, Australia, CanadĆ” y Nueva Zelanda para compartir inteligencia. Bajo sus tĆ©rminos, los britĆ”nicos podrĆ­an espiar a los estadounidenses sospechosos de ayudar a Rusia e informar de sus hallazgos a la CIA.

La CIA no pudo hacer nada con la informaciĆ³n porque, en general, no estaba permitida realizar investigaciones en suelo estadounidense. J. El FBI de Edgar Hoover cerrĆ³ el vacĆ­o legal ampliando su misiĆ³n para recopilar inteligencia contra estadounidenses que podrĆ­an ser agentes rusos, bajo los auspicios de “law apcement.” Ahora, los britĆ”nicos podrĆ­an espiar a los estadounidenses, compartir la informaciĆ³n con la CIA y traer al FBI para terminar el trabajo.

Hubo abusos espectaculares. Hoover guardaba archivos secretos sobre Martin Luther King, Jr., estrellas de Hollywood y polĆ­ticos que eran rivales en su poder. La funciĆ³n de recopilaciĆ³n de inteligencia interna del FBI causĆ³ un malestar comprensible en la izquierda polĆ­tica.

En respuesta, el liberal Idaho (antes esas palabras eran un oxĆ­moron) El senador Frank Church creĆ³ una comisiĆ³n para investigar los abusos de la vigilancia interna. Para entonces, la tecnologĆ­a permitĆ­a a las agencias federales capturar enormes cantidades de comunicaciones por cable sin revelar las escuchas ilegales a los estadounidenses que estaban siendo vigilados.

El senador Church expresĆ³ sus preocupaciones en un episodio de Meet the Press:

Si este gobierno alguna vez se convirtiera en un tirano, si algĆŗn dictador alguna vez se hiciera cargo de este paĆ­s, la capacidad tecnolĆ³gica que la comunidad de inteligencia le ha dado al gobierno podrĆ­a permitirle imponer una tiranĆ­a total [contra aquellos que] se combinan en resistencia al gobierno.

El resultado del trabajo del Senador Church fue la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de 1978 (FISA). SegĆŗn la nueva ley, el FBI no podĆ­a utilizar su capacidad tecnolĆ³gica para recopilar en secreto informaciĆ³n de inteligencia contra ningĆŗn estadounidense sin acudir primero a los tribunales con pruebas creĆ­bles de que el ciudadano era un espĆ­a.

A principios de la dĆ©cada de 1990, la UniĆ³n SoviĆ©tica se disolviĆ³, dejando todo un aparato en Occidente construido para defenderse de la expansiĆ³n soviĆ©tica. Ninguno de ellos fue desmantelado. En cambio, los dispositivos intrusivos destinos a prevenir la Tercera Guerra Mundial terminaron en manos de burĆ³cratas europeos y aspirantes a sofisticados de las filas de espĆ­as estadunidenses. Juntos, se propusieron encontrar intrigas rusas del tipo que les permitieran seguir usando sus geniales dispositivos.

Entre ellos se destacĆ³ un espĆ­a britĆ”nico llamado Christopher Steele. . Se construyĆ³ una vida distinguida culpando a Rusia por las cosas malas. Fue Steele, como miembro del MI6, quien determinĆ³ que el envenenamiento de Alexander Litvinenko fue un golpe estatal ruso. Nadie ha visto la evidencia que demuestra que Rusia envenenĆ³ a Litvinenko porque eso revelarĆ­a fuentes y mĆ©todos. Tenemos que confiar en Steele. Pero, no te preocupes, Steele nunca inventarĆ­a cosas, ¿verdad?

Mediante maquinaciones tan sombrĆ­as, “Putin es un matĆ³n que reemplazĆ³ la teorĆ­a del dominĆ³ como razĆ³n de ser del lucrativo aparato espĆ­a occidental. CĆ³mo Putin envenenĆ³ a los enemigos polĆ­ticos justificĆ³ la compleja recopilaciĆ³n de inteligencia y las costosas bases militares originalmente diseƱadas para impedir las incursiones soviĆ©ticas en Europa occidental no es algo que se suponĆ­a que debĆ­as preguntar. A priori, “Putin es un matĆ³n, lo que significa que quiere anexar Francia.

Think tanks como el Atlantic Council y la Brookings Institution le dieron al mantra “Putin-is-a-thug” una estatura oficial, de medias de seda, “de ex generales, grandes corporaciones, senadores, gobiernos extranjeros amigos y acadĆ©micos de alto nivel. FuncionĆ³ principalmente porque demĆ³cratas y republicanos buscaban una razĆ³n para odiar a Putin de todos modos, pero por diferentes razones.

El populismo antiinmigrante, antiliberal y de origen cristiano de Putin fue un anatema para los demĆ³cratas. SacudiĆ³ algunas de las piedades mĆ”s estrictamente impuestas por el progresismo, hablando libremente de su propio bautismo, sus creencias y el papel positivo que jugĆ³ el cristianismo en la historia rusa. EncarcelĆ³ a una banda de rock femenina, Pussy Riot, por profanar un altar, un crimen que no habĆ­a sido procesado desde que el Papa coronĆ³ jefes de estado.

En 2013, el Kremlin impuso una prohibiciĆ³n a la defensa del estilo de vida homosexual en presencia de niƱos, limitĆ³ estrictamente los anuncios de abortos y prohibiĆ³ los abortos electivos despuĆ©s de las 12 semanas posteriores a la concepciĆ³n. Las ceremonias de clausura de los Juegos OlĆ­mpicos de Sochi en 2014 incluyeron un homenaje a los escritores rusos, incluido el crĆ­tico mĆ”s elocuente del comunismo, Aleksandr Solzhenitsyn, cuyos libros son de lectura obligatoria en las escuelas rusas.

El presidente Obama boicoteĆ³ personalmente los Juegos OlĆ­mpicos de Sochi y enviĆ³ en su lugar una delegaciĆ³n de atletas homosexuales para protestar contra las leyes rusas contra la defensa de los homosexuales. Fue una violaciĆ³n diplomĆ”tica del tipo que se evitĆ³ cuidadosamente durante los Juegos OlĆ­mpicos de Beijing, a pesar de que China tiene un historial mucho peor en materia de derechos humanos.

SĆ³lo en cuestiones sociales, Putin parecerĆ­a ser un aliado natural de la derecha estadounidense, pero no funciona de esa manera. En cambio, cuando se habla de Putin, Los republicanos se apresuran a evocar imĆ”genes de Stalin y gulagsEsto se debe en parte a que la Guerra FrĆ­a estĆ” arraigada en la identidad republicana. Son los veterinarios barrigones que siempre se ponen sus uniformes mal ajustados para el desfile.

Pero sobre todo es porque el canal de financiaciĆ³n que convierte a Washington, DC en la regiĆ³n mĆ”s rica de Estados Unidos se alimenta principalmente del gasto militar. Politico informĆ³ en 2015 que Estados Unidos todavĆ­a mantiene cerca de 800 bases militares en mĆ”s de 70 paĆ­ses y territorios en el extranjero.... Gran BretaƱa, Francia y Rusia, por el contrario, tienen alrededor de 30 bases extranjeras combinadas.” Los republicanos han estado alimentĆ”ndose en ese punto mĆ­nimo durante 75 aƱos.

En medio de los enredos extranjeros debatidos por esta mezcla bipartidista de odio a Putin se encuentra el paƭs de Ucrania, que se encuentra geogrƔficamente entre Europa y Rusia.

La opiniĆ³n de la Guerra FrĆ­a era que Ucrania era la clave geogrĆ”fica del imperio soviĆ©tico. Desde la dĆ©cada de 1990, Ucrania ha oscilado entre la alineaciĆ³n con Rusia y Occidente. Como un niƱo en un amargo divorcio, se ha convertido en un representante en la batalla entre dos padres no coincidentes: las preferencias parroquiales, nacionalistas y religiosas de la Rusia de Putin; y el globalismo de Occidente.

En 2010, el candidato que simpatizaba con Rusia, Viktor Yanukovich, fue elegido presidente de Ucrania, en parte gracias a los servicios de un consultor polĆ­tico estadounidense, Paul Manafort. En 2014, Yanukovich cometerĆ­a el error de no firmar un acuerdo de asociaciĆ³n con la UniĆ³n Europea. John McCain volĆ³ a Kiev para conseguir apoyo para la UE.

McCain informĆ³ al Atlantic Council sobre su viaje. SiguiĆ³ un exitoso golpe de estado que reemplazĆ³ al gobierno que simpatizaba con Rusia por un tĆ­tere occidental.

MĆ”s tarde, el presidente Obama le dijo a Fareed Zakaria de CNN que habĆ­a negociado un acuerdo para la transiciĆ³n del poder en Ucrania.“ La palabra “brokered” sugiere que la administraciĆ³n Obama reemplazĆ³ con Ć©xito a un gobierno a medio mundo de distancia a instancias de la gente inteligente de Washington. TambiĆ©n se filtrĆ³ una llamada telefĆ³nica en la que la subsecretaria de Estado Victoria Nuland participĆ³ en la elecciĆ³n del nuevo gobierno.

En 2015, la incipiente campaƱa de Donald Trump ganĆ³ un terreno poco probable entre las bases republicanas al cuestionar el odio de Washington hacia Putin. Varias veces en ese verano – despuĆ©s de su anuncio en junio de que se postularĆ­a para presidente – Trump citĆ³ su experiencia con el concurso Miss Universo en Rusia como una buena fe en polĆ­tica exterior y, en las mismas entrevistas, elogiĆ³ a Vladimir Putin.

Semejante grandilocuencia enfureciĆ³ al enfadado establishment de la polĆ­tica exterior, pero la gente comĆŗn y corriente se divirtiĆ³, en parte debido a la rabia que causĆ³ entre los engreĆ­dos. El candidato Trump no lo sabĆ­a, pero se burlaba del sindicato mĆ”s poderoso de Occidente, – Atlanticism –, y habrĆ­a un infierno que pagar.

En septiembre de 2015, Putin pronunciĆ³ un discurso en la ONU en Nueva York criticando duramente la expansiĆ³n de la OTAN y la intromisiĆ³n occidental en las fronteras de Rusia, citando el pensamiento del bloque de los tiempos de la Guerra FrĆ­a que estaba teniendo efectos devastadores en lugares como Ucrania. Para Trump, debe haber parecido un regalo cuando un lĆ­der mundial como Putin hizo una crĆ­tica tan dura de la polĆ­tica exterior del presidente Obama a pocos pasos en taxi de su sede de campaƱa en la Torre Trump.

Trump dio al discurso de Putin una crĆ­tica estelar. AparecerĆ­a en The O'Reilly Factor en FOX al dĆ­a siguiente y dirĆ­a: “Les dirĆ© que creo que en tĆ©rminos de liderazgo, [Putin] estĆ” obteniendo un ‘A,’ y a nuestro presidente no le estĆ” yendo tan bien. No se veĆ­an bien juntos.”

Trump pasĆ³ los siguientes meses distinguiĆ©ndose de todos los demĆ”s candidatos republicanos elogiando a Putin incluso se atreviĆ³ a cuestionar el papel del presidente ruso en el envenenamiento de Litvinenko: “Para ser justos con Putin, estĆ”s diciendo que matĆ³ gente. No he visto eso. No sĆ© si lo ha hecho. ¿has podido demostrarlo?”

Christopher Steele no podrĆ­a haber estado contento. Los republicanos tampoco apreciaron la herejĆ­a de Putin. En la Ć©poca del discurso de Putin ante la ONU, la firma de inteligencia estratĆ©gica Fusion GPS expresĆ³ sus intereses republicanos, ofreciĆ©ndose a encontrar suciedad sobre Trump. El Washington Free Beacon, un sitio web neoconservador financiado por el multimillonario Paul Singer, contratĆ³ a Fusion GPS. En ese momento, Singer respaldaba a Marco Rubio para la nominaciĆ³n republicana.

Alexandra Chalupa, un agente ucraniano-estadounidense tambiĆ©n comenzĆ³ a realizar investigaciones de oposiciĆ³n para el ComitĆ© Nacional DemĆ³crata sobre Trump y Rusia a finales de 2015. La embajada de Ucrania que representa al nuevo gobierno ucraniano cuyo poder el presidente Obama habĆ­a negociado “trabajĆ³ en estrecha colaboraciĆ³n con Chalupa. De repente, muchos habitantes poderosos de Washington intentaban conectar a Trump con Rusia.

El 16 de enero de 2016, el Atlantic Council emitiĆ³ un despacho bajo el tĆ­tulo: “Agencias de Inteligencia de EE. UU. para investigar la infiltraciĆ³n rusa de partidos polĆ­ticos europeos.” La direcciĆ³n fue concisa: “Las agencias de inteligencia estadounidenses llevarĆ”n a cabo una importante investigaciĆ³n sobre cĆ³mo el Kremlin se estĆ” infiltrando en los partidos polĆ­ticos en Europa, se puede revelar.”

SiguiĆ³ una serie de citas extraĆ­das de un artĆ­culo que apareciĆ³ en The Telegraph, incluida una que afirmaba que “James Clapper, el director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, estaba investigando si los movimientos polĆ­ticos de derecha en Europa se originaban en ” Russian Meddling.“

El despacho hablaba de “A dossier” que revelaba “operaciones de influencia rusa” en Europa. Esta fue la primera vez que palabras alucinantes como “Russian meddling” y “dossier” aparecerĆ­an juntas en fuentes oficiales.

El senador Frank Church habrĆ­a estado rodando sobre su tumba. Un presidente demĆ³crata progresista estaba espiando a los partidos polĆ­ticos europeos para descubrir conexiones con Rusia. Esto significaba, casi necesariamente bajo el Acuerdo de los Cinco Ojos, que los agentes extranjeros estaban devolviendo el favor y espiando la campaƱa de Trump y compartiendo su “intelligence” con John Brennan de la CIA, quien se lo estaba tirando a James Comey del FBI.

Uno de los hombres internacionales misteriosos que espiaba a los partidos polĆ­ticos europeos no era otro que el omnipresente Christopher Steele. Un artĆ­culo del 5 de marzo de 2018 en The New Yorker sobre Steele describiĆ³ la conexiĆ³n:

Incluso antes de que Steele se involucrara en Estados Unidos. Durante la campaƱa presidencial, estaba convencido de que el Kremlin estaba interfiriendo en las elecciones occidentales. En abril de 2016, poco antes de asumir el encargo de Fusion, finalizĆ³ una investigaciĆ³n secreta, a la que llamĆ³ Proyecto Carlomagno, para un cliente privado. Se trataba de una encuesta sobre la interferencia rusa en la polĆ­tica de cuatro miembros de la UniĆ³n Europea: Francia, Italia, el Reino Unido y Alemania, junto con TurquĆ­a, candidata a ser miembro. El informe narra la persistente y agresiva interferencia polĆ­tica del Kremlin: guerra en las redes sociales destinada a inflamar el miedo y los prejuicios, y “apoyo financiero opaco brindado a los polĆ­ticos favorecidos en forma de prĆ©stamos bancarios, obsequios y otros tipos de apoyo. El informe.... sugiere que la ayuda rusa probablemente se dio a nacionalistas de derecha menos conocidos en el Reino Unido y otros lugares. El objetivo a largo plazo del Kremlin, concluye el informe, era impulsar a los grupos extremistas y a los polĆ­ticos a expensas de las democracias liberales de Europa. El objetivo mĆ”s inmediato era destruir la UE para poner fin a las duras sanciones econĆ³micas que la UE y Estados Unidos habĆ­an impuesto a Rusia despuĆ©s de su interferencia polĆ­tica y militar en Ucrania en 2014.

Aproximadamente al mismo tiempo que Steele trabajaba en el Proyecto Carlomagno, contratĆ³ a Fusion GPS para investigar sobre Paul Manafort. Glenn Simpson detallĆ³ esto en su libro: “Semanas antes de que Trump eligiera a Manafort para llevar a cabo su campaƱa, Christopher Steele habĆ­a contratado a Fusion para que le ayudara a investigar Manafort.” Manafort trabajaba entonces como asesor de la campaƱa de Trump y aĆŗn no habĆ­a ascendido a director de campaƱa. Su antiguo socio comercial, Rick Davis, habĆ­a dirigido la campaƱa de John McCain y Manafort fue elegido como un conocedor sensato que posiblemente podrĆ­a darle algo de lastre a Trump.

La tormenta perfecta que se convirtiĆ³ en Russiagate se veĆ­a asĆ­ en marzo de 2016:

Steele estaba investigando la influencia de Putin en la polĆ­tica europea. . Manafort habĆ­a sido Ćŗtil al elegir a un candidato que simpatizaba con Rusia en Ucrania y comenzĆ³ a trabajar para Trump. Steele contratĆ³ a Fusion GPS para investigar Manafort. Luego Fusion GPS contratĆ³ a Steele para que los ayudara. Acogedor, ¿eh? Ajeno a todo esto, Trump continuĆ³ molestando al oso, preguntĆ”ndose en voz alta sobre la continua relevancia de la OTAN y cuestionando la polĆ­tica exterior de Estados Unidos en Ucrania. El Consejo AtlĆ”ntico estaba en alerta mĆ”xima, defendiendo a la OTAN contra la herejĆ­a de Trump.

Hubo susurros del candidato de “Putin, pero fueron sĆ³lo susurros. Probablemente habrĆ­a seguido siendo una insinuaciĆ³n repetida ocasionalmente durante la campaƱa electoral. Pero entonces sucediĆ³ algo extraordinario.

El 19 de marzo de 2016, presidenta de campaƱa de Hillary Clinton John Podesta entregĆ³ sus correos electrĆ³nicos a una entidad desconocida en una estafa de phishing“de ” Spear. Esto se ha llamado hack “,” pero no lo fue. En cambio, fue el tipo de ajetreo flim-flam que les sucede a los engaƱados crĆ©dulos en Internet. El contenido de los correos electrĆ³nicos era mĆ”s que vergonzoso. Mostraron fraude electoral y coordinaciĆ³n con los medios de comunicaciĆ³n contra la candidatura de Bernie Sanders. The DNC and the Clinton campaign needed a cover story.

Blaming Russia would be a convenient way to deal with the Podesta emails. There was already an existing Russia operation around Trump that could easily be retrofitted for this purpose. The problem was that it was nearly impossible to identify the perpetrator of a phishing scheme using computer forensic tools. The only way to associate Putin with the emails was circumstantially.

The DNC retained a company called “CrowdStrike” to help. CrowdStrike’s chief technology officer and co-founder, Dmitri Alperovitch, was an anti-Putin Russian expat and a senior fellow at the Atlantic Council. With the Atlantic Council in 2016, all roads led to Ukraine.

The Atlantic Council’s list of significant contributors included Ukrainian billionaire Victor Pinchuk. The Ukrainian energy company that was paying millions to Hunter Biden as a member of its board of directors, Burisma, also appears prominently on the Atlantic Council’s donor list. Arseniy Yatsenyuk, the Western puppet installed in Ukraine, visited the Atlantic Council’s Washington offices to make a speech weeks after the coup.

Pinchuk was a big donor (between $10 million and $20 million) to the Clinton Foundation. Back in ’15, the Wall Street Journal published an investigative piece, “Clinton Charity Tapped Foreign Friends.” The piece was about how Ukraine was attempting to influence Clinton by making huge donations through Pinchuk. Similarly, in 2014, the New York Times saw fit to print a story, “Foreign Powers Buy Influence at Think Tanks.” The article identified both the Atlantic Council and the Brookings Institution as think tanks being paid by foreign governments for lobbying efforts, noting that the arrangements, “opened a whole new window into an aspect of the influence-buying in Washington that has not previously been exposed.”

On June 12, 2016, WikiLeaks founder Julian Assange announced: “We have upcoming leaks in relation to Hillary Clinton . . . We have emails pending publication.” Two days later, CrowdStrike fed the Washington Post a story, headlined, “Russian government hackers penetrated DNC, stole opposition research on Trump.” The improbable tale was that the Russians had hacked the DNC computer servers and got away with some opposition research on Trump. The article quoted Alperovitch.

The next day, a new blog – Guccifer 2.0 – appeared on the internet and made an improbable confession:

Worldwide known cyber security company CrowdStrike announced that the Democratic National Committee (DNC) servers had been hacked by “sophisticated” hacker groups.

I’m very pleased the company appreciated my skills so highly))) But in fact, it was easy, very easy.

Guccifer may have been the first one who penetrated Hillary Clinton’s and other Democrats’ mail servers. But he certainly wasn’t the last. No wonder any other hacker could easily get access to the DNC’s servers.

Shame on CrowdStrike: Do you think I’ve been in the DNC’s networks for almost a year and saved only 2 documents? Do you really believe it?

Here are just a few docs from many thousands I extracted when hacking into DNC’s network.

Guccifer 2.0 posted hundreds of pages of Trump opposition research allegedly hacked from the DNC and emailed copies to Gawker and The Smoking Gun. In raw form, the opposition research were documents obtained in the Podesta emails, with a notable difference: It was widely reported the documents now contained “Russian fingerprints.”

The document had been cut and pasted into a separate Russian Word template that yielded an abundance of Russian “error “messages. The document’s metadata included the name of the Russian secret police founder, Felix Dzerzhinsky, written in the Russian language.

The three-parenthesis formulation from the original post “)))” is the Russian version of a smiley face used commonly on social media. In addition, the blog’s author deliberately used a Russian VPN service visible in its emails even though there would have been many options to hide national affiliation.

Under the circumstances, the FBI should have analyzed the DNC computers to confirm the Guccifer hack. Incredibly, though, the inspection was done by CrowdStrike, the same Atlantic Council-connected private contractor paid by the DNC that had already concluded in The Washington Post that there had been a hack and Putin was behind it.

CrowdStrike would declare the “hack” to be the work of sophisticated Russian spies. Alperovitch described it as, “skilled operational tradecraft.” There is nothing skilled, though, in ham-handedly disclosing a Russian identity on the internet when trying to hide it. The more reasonable inference is that this was a set-up. It certainly looks like Guccifer 2.0 suddenly appeared as a cover story for the Podesta email leak in coordination with the Washington Post’s article that appeared the previous day.

FBI Director James Comey confirmed in testimony to the Senate Intelligence Committee in January 2017 that the FBI’s failure to inspect the computers was unusual. “We’d always prefer to have access hands-on ourselves if that’s possible,” he said. But the DNC rebuffed the FBI’s request to inspect the hardware. Comey added that the DNC’s hand-picked investigator, CrowdStrike, is “a highly respected private company.”

What Comey did not reveal was that CrowdStrike never corroborated a hack by forensic analysis. In testimony released in 2019, it was revealed that CrowdStrike admitted to Congressional investigators as early as 2017 that it had no direct evidence of Russian hacking.

CrowdStrike’s president Shawn Henry testified, “There’s not evidence that [documents and emails] were actually exfiltrated [from the DNC servers]. There’s circumstantial evidence but no evidence that they were actually exfiltrated.” The circumstantial evidence was Guccifer 2.0; i.e., the uncorroborated cover story.

This was a crucial revelation because the thousand ships of Russiagate launched upon the positive assertion that CrowdStrike had definitely found a Russian hack. The testimony that there was no direct evidence of a hack was kept from the American public for nearly three years.

The reasonable inference is that the DNC was trying to frame Russia, and the FBI and intelligence agencies were going along with the scheme because of political pressure. Lending weight to the frame-up theory: at the same time CrowdStrike was raising a false Russian flag over the hack, the DNC also hired Fusion GPS to create Russian dirt on Trump. The law firm, Perkins Coie, was used as a cut out to hire both CrowdStrike and Fusion GPS, so that the DNC’s involvement would not be immediately visible.

There were massive conflicts of interest.

To give the hit job a veneer of credibility, Fusion GPS recruited its client, Steele, for whom it was investigating Paul Manafort. But Steele at the time had already investigated Putin’s supposed involvement in European politics, in Project Charlemagne. Finding that Russia colluded with Trump would at least be an act of confirmation bias.

Steele couldn’t tap anyone actually connected to Putin to provide Trump kompromat. Instead, he dipped into Washington’s ready pool of earnest role players and got the Putin dirt from low level policy researcher with connections to the Brookings Institution, Igor Danchenko.

Danchenko drafted what has famously come to be called “the Steele dossier,” a facially absurd document that claimed Putin possessed videotape of Trump paying two prostitutes to pee on a bed the Obamas had used while in Russia. The theory was that Putin was using that video (kompromat) to control Trump’s candidacy, injecting it with the sort of anti-immigrant, anti-liberal, Christianity-sourced populism that was working so well for him in Russia.

Therein lies the chewy tootsie roll center of Russiagate: Atlanticists have a condescending view of the hoi polloi who vote against their globalist projects, regarding the huddled masses as easily manipulated, Pygmalion-like, by smarter people. They project that Putin is playing Professor Henry Higgins to the flower girls who reject their ideas, because that is how they see the world. This simple prejudice makes Russian collusion a first principle with no need for supporting evidence.

In his master’s thesis at the University of Louisville, Danchenko had thanked Fiona Hill, who would help him graduate to the position of senior researcher at Brookings, and co-author a paper with her about how Russian ambitions in Europe and Asia are bolstered by its energy exports. Hill is the British-American academic and self-confessed Russia-hawk who was Adam Schiff’s key impeachment witness against President Trump.

Danchenko would disclaim the substance of the dossier to the FBI in 2017 – a fact the FBI did not disclose until 2020. Disclaiming the substance of the dossier in his FBI interview was a stunning admission by the so-called primary sub-source that somehow did not stop Trump’s own Justice Department from using the dossier to ratchet up the inquiry and appoint a special council.

While CrowdStrike and Fusion GPS were creating false Russian flags over the Trump campaign, the CIA managed to get the FBI to open its own domestic spy investigation. John Brennan was asked in his February 4, 2018 appearance on Meet the Press about the role of the Five Eyes Agreement in investigating the Trump campaign, and he made a blunt admission:

Now I’m not going to get into details about how it was acquired. But the FBI has a very close relationship with its British counterparts. And so the FBI had visibility into a number of things that were going on involving some individuals who may have had some affiliation with the Trump campaign. And so the intelligence that we collected was pulsed against that. And I thought it would have been derelict if the FBI did not pull the threads, investigative threads, on American persons who might have been involved with Russia and working on their behalf either wittingly or unwittingly.

There is no way to read his answer except to infer that Brennan prodded the FBI investigation into Trump with the help of “British counterparts”, and he’s proud of it.

At the time the CIA was pushing the FBI to investigate, Trump had made an unlikely and inexplicable run at the Republican nomination on a populist agenda. The Brits were dealing with their own unlikely and inexplicable political event. Tens of millions of working-class voters had done the unthinkable: reject rule by the EU.

It was the time of the Brexit vote and a wave of populism was sweeping the UK. On July 13, 2016, British academic Dr. Andrew Foxall penned an op-ed in the New York Times, “Why Putin Loves Brexit.” Foxall blamed Russia for the previous month’s Brexit vote, adding in a little-noted aside that spies were looking into it:

The United States is so concerned over Moscow’s determination to exploit European disunity that in January, James R. Clapper Jr., the director of national intelligence, began a review of Russia’s clandestine funding of European parties.

Whatever their motivation, British intelligence agencies were imagining Putin under mattresses, and they were in full spy-mode about it. Minor members of the Trump campaign, including Carter Page and George Papadopoulos, were invited to London to talk to Cambridge professor Stefan Halper, who burrowed in on Trump and Russia. Unless U.S. intelligence agencies were freestyling in Great Britain, MI6 was spying on the Trump campaign.

Halper is inferentially a British spy or at least a double agent. The alternative is that he was an American spy conducting rogue operations from England. At the time, Halper was an FBI confidential human source being paid by American tax dollars.

After Papadopoulos hooked on as a minor underling in the Trump campaign, he ran into a person by the name of Josef Mifsud while traveling in Europe. Mifsud either did or didn’t bring up something about Hillary Clinton emails, depending on who you believe: Papadopoulos or Andrew Downer, an Australian diplomat connected to the Clinton Foundation who gratuitously inserted himself into these events right as the FBI was looking for a pretext to start and official investigation. Downer himself would later retreat from the claim that Papadopoulos mentioned emails.

James Comey has called Mifsud a Russian agent. But Mifsud has documented connections to British spy agencies. He traveled to the United States in early February 2017 as a guest of the State Department, an accommodation not ordinarily made to Russian operatives who just stole an election. Joseph Mifsud walked, quacked, and acted like a Western asset. The alternative is that he somehow showed up in the middle of a honeypot operation against George Papadopoulos as a real Russian spy to play the part of a Russian spy.

The FBI would officially launch its investigation into the Trump campaign, Crossfire Hurricane, on July 31, 2016. A few days later, the agent who opened the investigation – Peter Strzok – would text his lover, “We’ll stop” Trump. By then, the DNC, its paid contractors CrowdStrike and Fusion GPS, the CIA, foreign intelligence services, and the FBI were engaging in a joint operation to stop Trump that was being run out of Washington’s silk-stocking think tanks.

Together, this powerful junta successfully dealt with the release of the Podesta emails. The contents were beyond embarrassing. The emails show Clinton and the Democratic Party fixing the primaries against Bernie Sanders. The chair of the DNC, Debbie Wasserman Schultz, was forced to resign on the eve of the democratic convention in late July for her role in the dirty tricks.

The Podesta emails were the sort of political dirt Woodward and Bernstein got from Deep Throat in that parking garage. You would think the media would have celebrated the emails leak for speaking truth to power. This time, though, The Washington Post intervened firmly on the side of the cover-up. By August, the media was running with the Clinton campaign’s Russia smear operation: The damaging emails showed Putin was behind Trump was now the story.

It made no sense, but Trump was placed on the defensive for email leaks that showed his opponent fixing the primaries. Paul Manafort, who was by then Trump’s campaign manager, resigned because a fake ledger suddenly appeared out of Ukraine connecting him to Russia. In September, the CIA briefed President Obama that the Russians believed the Clinton campaign was conducting a false flag operation to connect Trump to Russia. This briefing was not declassified until 2020, and the necessary inference is that President Obama had full knowledge of the dirty tricks.

Trump protested by stating the obvious: the federal government has “no idea” who was behind the hacks. The FBI and CIA called him a liar, issuing a “Joint Statement” that cited Guccifer 2.0, suggesting 17 intelligence agencies agree that it was the Russians. Hillary Clinton took advantage of this “intelligence assessment” in the October debate to portray Trump as Putin’s stooge” She said:

“We have 17, 17 intelligence agencies, civilian and military who have all concluded that these espionage attacks, these cyber-attacks, come from the highest levels of the Kremlin.  And they are designed to influence our election. I find that deeply disturbing.”

The media’s fact checkers excoriated Trump for lying. It has since been learned that the “17 intelligence agencies” claptrap was always false. Somehow, Trump won anyway. Then, immediately after the election, elements of the scheme began to unravel.

On Dec. 22, 2016, CrowdStrike caused an international stir when it claimed to have uncovered evidence that Russians hacked into a Ukrainian artillery computer app to help pro-Russian separatists. Voice of America later determined the claim was false, and CrowdStrike retracted its finding.

Ukraine’s Ministry of Defense was forced to eat crow and admit that the hacking never happened. It was suddenly obvious to anyone paying attention that if you wanted a computer testing firm to fabricate a Russian hack for political reasons in 2016, CrowdStrike was who you went out and hired.

En un artĆ­culo publicado por primera vez el 11 de enero de 2017, titulĆ³ “Esfuerzos ucranianos para sabotear el contraproducente de Trump,” Politico informĆ³ que Ucrania intentĆ³ ayudar a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016: “Los esfuerzos ucranianos tuvieron un impacto en la carrera, ayudando a forzar la renuncia de Manafort y avanzando en la narrativa de que la campaƱa de Trump estaba profundamente conectada con el enemigo de Ucrania en el este, Rusia.” Posteriormente, Ucrania se disculpĆ³ y admitiĆ³ su interferencia.

Los conspiradores probablemente deberĆ­an haber abandonado el plan allĆ­ y hacerse los tontos, pero en lugar de eso se duplicaron. Los conocedores de Washington que juntos habĆ­an orquestado el engaƱo de Rusia se convirtieron en una operaciĆ³n de encubrimiento, ocultaciĆ³n de pruebas y continuaciĆ³n de daƱo a Trump.

Trump habĆ­a prometido que nombrarĆ­a al general Michael Flynn como su asesor de seguridad nacional. Flynn favorecĆ­a pĆŗblicamente el acercamiento con Rusia y era una especie de iconoclasta atlantista. Una vez detrĆ”s del escritorio con acceso a los archivos ultrasecretos del gobierno, Flynn posiblemente habrĆ­a descubierto que el FBI y la CIA se combinaron con el ComitĆ© Nacional DemĆ³crata y miembros de la administraciĆ³n Obama para jugar trucos polĆ­ticos sucios contra Trump. La primera orden del dĆ­a de plotters’ fue dejar de lado a Flynn.

En su reuniĆ³n dos dĆ­as despuĆ©s de las elecciones, El presidente Obama le dijo enĆ©rgicamente a Trump que no le diera a Flynn un papel en su administraciĆ³n. Trump quedĆ³ desconcertado pero no escuchĆ³ y nombrĆ³ al general Flynn su asesor de seguridad nacional. La administraciĆ³n Obama necesitaba un Plan B: Inventar un incidente internacional para atrapar a Flynn.

El 27 de diciembre de 2016, la administraciĆ³n Obama expulsĆ³ a 35 diplomĆ”ticos rusos, incluidos jardineros y chĆ³feres, por interferir en las elecciones. Flynn tuvo una conversaciĆ³n con el embajador ruso al dĆ­a siguiente y los conspiradores escucharon mediante escuchas telefĆ³nicas. La administraciĆ³n Obama querĆ­a ver si Flynn indicaba a los rusos que la administraciĆ³n Trump tendrĆ­a un enfoque diferente de la polĆ­tica exterior.

După legea americană, estĆ” perfectamente bien que una administraciĆ³n entrante comunique sus preferencias de polĆ­tica exterior durante una transiciĆ³n, incluso si difieren de la administraciĆ³n saliente. Ć‰se es uno de los propĆ³sitos de una transiciĆ³n presidencial. Flynn podrĆ­a haber dicho: “El presidente electo Trump cree que esto de la interferencia rusa es una fantasĆ­a, y estas sanciones se levantarĆ”n en su primer dĆ­a en el cargo.”

Dada la mezcla de teorĆ­as de conspiraciĆ³n en ese momento, es poco probable que la administraciĆ³n Trump hubiera sobrevivido a tal acto de sentido comĆŗn diplomĆ”tico. Los conspiradores esperaban grabar a Flynn haciendo ese tipo de adaptaciĆ³n a los rusos. Luego se citarĆ­a la promesa de levantar las sanciones para sugerir un quid pro quo que demostrara la inexistente colusiĆ³n. Pero Flynn no se comprometiĆ³ en su conversaciĆ³n intervenida. ¡drat!

Los conspiradores tenĆ­an una transcripciĆ³n de lo que dijo. AquĆ­ es donde se muestra plenamente el escandaloso comportamiento del FBI. James Comey invitĆ³ a Flynn a ser entrevistado por el FBI, supuestamente sobre la colusiĆ³n rusa para robar las elecciones. Flynn estaba ansioso por decirle al FBI que la colusiĆ³n rusa era ridĆ­cula. Lo que Flynn no sabĆ­a era que el propĆ³sito de la entrevista no tenĆ­a nada que ver con las elecciones. Fue un truco.

Comey no necesitĆ³ preguntarle a Flynn quĆ© se dijo en la conversaciĆ³n con el embajador. TenĆ­a una transcripciĆ³n. La Ćŗnica razĆ³n para preguntarle a Flynn al respecto fue enfadarlo. SerĆ­a una prueba que compararĆ­a la memoria de Flynn con la transcripciĆ³n. La conclusiĆ³n ineludible es que el FBI tendiĆ³ una trampa al asesor de seguridad nacional entrante para perturbar la polĆ­tica exterior del presidente reciĆ©n elegido.

Flynn no tenĆ­a del todo claro lo que habĆ­a discutido con el embajador, pero la mayor parte no era asunto del FBI. En su defensa, no creĆ­a que estuviera sentado allĆ­ para decirle al FBI cĆ³mo la administraciĆ³n Trump estaba tratando con Rusia en el futuro. Se suponĆ­a que la conversaciĆ³n serĆ­a sobre las elecciones. Ciertamente no pensĆ³ que el FBI desenmascararĆ­a sus comentarios y los compararĆ­a con sus respuestas. Eso serĆ­a ilegal.

Flynn se vio obligado a dimitir. Los conspiradores habĆ­an eliminado con Ć©xito a la Ćŗnica persona con la experiencia y el coraje de descubrir sus trucos sucios y perseguirlos. Una vez que Flynn fue marginado con Ć©xito, los conocedores se combinaron con los medios para inventar una narrativa falsa sobre Rusia que ponĆ­a en duda la legitimidad de Trump.

Los republicanos desempeƱaron papeles destacados al provocar la histeria rusa durante la transiciĆ³n. Trump nombrĆ³ al presidente de Exxon, Rex Tillerson, como su secretario de Estado. HabĆ­a recibido la Orden de la Amistad de manos de Vladimir Putin en 2013, por su trabajo en el Pacto de ExploraciĆ³n del Ɓrtico con la petrolera estatal rusa, Rosneft. Tillerson provocĆ³ la ira de Marco Rubio, un destacado republicano del ComitĆ© de Inteligencia del Senado, quien tuiteĆ³: “Ser amigo ‘de Vladimir’ no es un atributo que espero de un #SecretaryOfState – MR.”

Sen. John McCain expresĆ³ su oposiciĆ³n al nombramiento de Tillerson. McCain apareciĆ³ en la televisiĆ³n para declarar que “Vladimir Putin es un matĆ³n, un asesino y un asesino.... y un agente de la KGB.” El fiscal general de Trump, el senador. Jeff Sessions, se recusĆ³ ridĆ­culamente de la investigaciĆ³n sobre Rusia porque recientemente habĆ­a visto al embajador ruso en una fila de revisiĆ³n en el Senado, lo que de alguna manera lo puso bajo investigaciĆ³n por colusiĆ³n.

Ambos bandos en Washington – Republicanos y DemĆ³cratas – ahora jugaban el mismo partido contra Rusia. Todos conocĆ­an su papel. Buzzfeed publicĆ³ el Steele Dossier con mucha fanfarria el 10 de enero de 2017 y provocĆ³ un frenesĆ­ alimentario en los medios. SiguiĆ³ una nueva ola de informes, utilizando difamaciones e insinuaciones para cuestionar si Trump estaba controlado por Rusia. En 2021, Axios ofreciĆ³ una disculpa posterior silenciosa calificando el informe como uno de los errores periodĆ­sticos mĆ”s atroces de la historia moderna....“

El director del FBI, James Comey, asistiĆ³ a una reuniĆ³n antes de la toma de posesiĆ³n de Trump, durante la cual el presidente Obama postulĆ³ que “no podemos compartir informaciĆ³n completamente en relaciĆ³n con Russia” con el nuevo presidente. Comey tenĆ­a la obligaciĆ³n de decir, “SeƱor Presidente, con el debido respeto, el FBI recopila informaciĆ³n de inteligencia para el presidente, y una vez que usted sale por la puerta y el nuevo estĆ” aquĆ­, tengo la obligaciĆ³n de compartirlo todo con Ć©l. incluso hechos vergonzosos que muestran que estĆ”bamos utilizando al FBI para vigilar indebidamente su campaƱa.” En cambio, Comey –, que estaba hasta el cuello en la operaciĆ³n polĆ­tica en ese momento, saludĆ³ y dijo: – SĆ­ seƱor.“ 

Momentos despuĆ©s de la toma de posesiĆ³n, mientras todavĆ­a tenĆ­a acceso a su computadora – en un torpe intento de empapelar el registro –, Susan Rice enviĆ³ un correo electrĆ³nico a CYA indicando que el presidente Obama habĆ­a dicho durante la reuniĆ³n anterior que debĆ­an hacer todo segĆŗn las reglas. El embajador Rice escribiĆ³:

El presidente Obama comenzĆ³ la conversaciĆ³n enfatizando su compromiso continuo de garantizar que todos los aspectos de este tema sean manejados por las comunidades de inteligencia y aplicaciĆ³n de la ley ‘by the book’. El Presidente destacĆ³ que no pregunta, inicia ni instruye nada desde la perspectiva de las fuerzas del orden. ReiterĆ³ que nuestro equipo encargado de hacer cumplir la ley debe proceder como lo harĆ­a normalmente segĆŗn las reglas.

Al principio de su administraciĆ³n, el presidente Trump se reuniĆ³ con Comey en varias ocasiones y le pidiĆ³ que hiciera pĆŗblico lo que le habĆ­a dicho al presidente en privado: que el presidente no era un objetivo de la investigaciĆ³n sobre Rusia. Comey se negĆ³ y Trump lo despidiĆ³.

Comey luego filtrĆ³ notas de sus reuniones con Trump afirmĆ³ bajo juramento que se nombrarĆ­a un fiscal especial. No dijo lo que sabĆ­a detrĆ”s de escena sobre el funcionamiento interno de Washington que lo convenciĆ³ de que sus notas producirĆ­an ese resultado.

Debido a la recusaciĆ³n de las Sesiones, la decisiĆ³n del fiscal especial recayĆ³ en el segundo al mando del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, un conocedor de Washington que habĆ­a sido recomendado a Trump por los lĆ­deres republicanos. Sin ninguna evidencia que demostrara un posible crimen, Rosenstein nombrĆ³ a Robert Mueller para investigar, “cualquier vĆ­nculo y/o coordinaciĆ³n entre el gobierno ruso y personas asociadas con la campaƱa del presidente Donald Trump.”

Mueller habĆ­a sido director del FBI de Obama hasta 2013. Anteriormente habĆ­a explorado la defensa de Paul Manafort en nombre de Yanukovich en Ucrania. Manafort puede haber violado o no las leyes fiscales y bancarias en 2010. Dada la naturaleza retorcida y arcana de esas leyes, ¿quiĆ©n sabe? Lo que se sabe es que Manafort fue investigado por primera vez por violar esas leyes en aquel entonces. Se tomĆ³ una decisiĆ³n discrecional de no procesar.

Sin embargo, en 2017, la Oficina del Asesor Especial en la investigaciĆ³n sobre Rusia acusĆ³ a Manafort de ocultar ingresos que recibiĆ³ en 2010 de Ucrania. BĆ”sicamente, Mueller desempolvĆ³ algunos archivos antiguos de cuando dirigĆ­a el FBI y acusĆ³ al antiguo director de campaƱa de Trump de un cargo de impuestos obsoleto.

Mueller tambiĆ©n acusĆ³ a los subordinados de la campaƱa de Trump por delitos procesales, inanidades como – en el caso de George Papadopoulos – no indicando correctamente la fecha en que se uniĆ³ oficialmente a la campaƱa, que luego los medios presentaron como “una acusaciĆ³n por mentir al FBI en el InvestigaciĆ³n de Rusia.” TambiĆ©n acusaron a Flynn de mentirle al FBI en una entrevista que en sĆ­ misma era un montaje.

La acusaciĆ³n contra Roger Stone fue emblemĆ”tica del mundo a travĆ©s del espejo de la investigaciĆ³n de Mueller. Stone habĆ­a sido amigo y confidente de Trump durante aƱos. AfirmĆ³ en 2016 que tenĆ­a una conexiĆ³n con Wikileaks y, por lo tanto, podĆ­a especular con credibilidad sobre el contenido de los correos electrĆ³nicos de Clinton y su fecha de entrega.

Cuando se le preguntĆ³ despuĆ©s de las elecciones como parte de una investigaciĆ³n del Congreso, dijo que su canal secundario hacia WikiLeaks era el comediante y presentador de programas de radio Randy Credico. Credico admitiĆ³ que en ese momento estaba haciendo creer a Stone que tenĆ­a una relaciĆ³n con Julian Assange, quien habĆ­a estado en su programa de radio. EscribiĆ³ un correo electrĆ³nico a Stone el 18 de septiembre de 2016: “, ese lote probablemente saldrĆ” en la prĆ³xima entrega... No puedo pedirles favores cada dos dĆ­as. Le preguntĆ© a uno de sus abogados... ahora tienen grandes dolores de cabeza legales riggt [sic]... relax.”

Stone no dijo a los investigadores que cuando no logrĆ³ obtener conocimientos internos de Credico, hizo que un colega, Jerome Corsi, intentara contactar a Wikileaks. Corsi no tuvo Ć©xito en esos intentos. En Estados Unidos, aparentemente, si su nombre no es James Comey o John Brennan, no revelar al Congreso algo que considera irrelevante lo acusa de perjurio.

Cualquier investigador imparcial habrĆ­a analizado los hechos de Roger Stone y habrĆ­a dicho: “¿A quiĆ©n le importa?” Stone ciertamente tenĆ­a motivos para creer que Credico era un canal secundario y tenĆ­a pruebas por correo electrĆ³nico para demostrarlo. AdemĆ”s, si la gente de Trump realmente necesitaba un canal secundario para comunicarse con Wikileaks y preguntar cuĆ”ndo se publicaban los correos electrĆ³nicos, eso significa que no tenĆ­an contacto directo cuando se obtuvieron los correos electrĆ³nicos.

Una vez que el equipo de Mueller descubriĆ³ que los confidentes de Trump ni siquiera podĆ­an apoderarse de Assange, llegĆ³ el momento de poner fin a la investigaciĆ³n sobre si Trump conspirĆ³ con Assange.

Stone le enviĆ³ un correo electrĆ³nico a Credico despuĆ©s de hablar con los investigadores y dijo, bĆ”sicamente, serĆ” mejor que no les mientas como si me mentieras a mĆ­ o matarĆ© a tu perro de terapia. Ese tipo de fanfarronerĆ­a no era inusual en su relaciĆ³n. Stone habĆ­a bromeado una vez en las redes sociales diciendo que Credico habĆ­a muerto de una sobredosis de drogas.

Por su broma sobre matar al perro, Stone tambiĆ©n fue procesado por manipulaciĆ³n de testigos, a pesar de que el propio Credico admitiĆ³ que nunca se sintiĆ³ amenazado y lo considerĆ³ una broma. El procesamiento de Roger Stone (ante un jurado corrupto) fue un mal uso del proceso legal con fines polĆ­ticos. Fue diseƱado para generar titulares engaƱosos durante un mes, cada uno de los cuales es una variante de “Trump Advisor declarado culpable de mentir sobre Wikileaks.”

Stone was convicted and President Trump was forced, by the rules of fairness, to commute his sentence and incur unneeded controversy in an election year among voters who were purposely conned by the ridiculous prosecution.

The only actual Russians Mueller indicted were associated with an internet troll farm that, the indictment suggested, Putin had used to influence the 2016 election for Trump. The troll farm, the Internet Research Agency (IRA), had purchased $100,000 worth of Facebook ads, more than half of them after the election, and only a small percentage having anything to do with the candidates themselves.

The Mueller Report concluded that “[t]he Russian government interfered in the 2016 presidential election in sweeping and systematic fashion.” They did it by “a social media campaign that favored presidential candidate Donald J. Trump and disparaged presidential candidate Hillary Clinton.”

The Republican-led Senate Intelligence Committee commissioned two reports, from the University of Oxford’s Computational Propaganda Research Project and the firm New Knowledge, that also concluded that the IRA had influenced the election by social media posts.

The posts uncovered by the Senate and the Special Counsel, though, were beyond strange. Most had nothing to do with the election. Hilariously, Mueller tried to prove his case against the troll farm in court. The IRA unexpectedly hired lawyers to mount a defense instead of suffering an empty, unenforceable conviction by default. Turns out, nobody could connect even the minor trolling to Putin.

US District Judge Dabney Friedrich, who presided over the trial, noted the indictment in the case “does not link the [IRA] to the Russian government” and alleged “only private conduct by private actors.” The judge prohibited prosecutors from publicly claiming that the troll farm was sponsored by the Russian government, because there was no evidence of that.

The Justice Department was forced to dismiss the indictment.

As a final, desperation play, the Senate Intelligence Committee issued a report that defied the findings of the Mueller probe and suggested that Trump colluded with Putin during the 2016 election when Paul Manafort sent some polling data to Ukrainian Konstantin Kilimnik. There is no evidence that Kilimnik was a Russian agent or that the otherwise available polling data could possibly be used to influence an election.

Instead, by all accounts (even Mueller’s), Manafort was just trying to impress a possible consulting client who had previously worked closely with the Obama administration (far more closely than with the Trump campaign). That the U.S. Senate was willing to engineer the Russian interference virus into a strain that even Mueller rejected shows how much Washington wanted the phony political operation to continue.

At the end of it all, after tens of millions of dollars in investigations, and countless words spilled in the media alluding to a Russian conspiracy to steal the 2016 election, there was nothing there.

Attorney General William Barr eventually dispatched U.S. Attorney John Durham to investigate the origins of the Russia probe. Durham obtained one guilty plea. Turns out, FBI lawyer Kevin Clinesmith fabricated evidence to get a FISA warrant on Carter page. Otherwise, the Russiagate conspirators escaped. Once the Republican Senate Intelligence Committee conceded that Vladimir Putin meddled in the election, it gave the bad guys an airtight alibi.

John Brennan, James Comey, James Clapper et al. could say that whatever they did to stop the Red Menace from interfering in our democracy makes them American heroes. When he was interviewed, Brennan probably told U.S. Attorney John Durham that President Obama became concerned about Russian interference way back in 2015 and instructed the CIA to use all intelligence tools at its disposal to get to the bottom of it.

Guaranteed, that caused Durham to tug at his beard and ask, “How do you indict high ranking officials for protecting America?”

Durham never took the next logical step to call this operation what it was: a Washington power grab against an outsider using false Russian flags. He would have to cross lots of powerful Republicans and Democrats to take his investigation to its natural conclusion. That is unfortunate, because his failure has continued to vector American foreign policy in the direction of war.

“Putin is a thug” is a mantra that funds think tanks and embellishes the hero’s journey of many of Washington’s most notable Republicans. It is sourced less in fact than in constant repetition. How is Russia worse than Saudi Arabia, to whom the United States supplies F-15s and military training?

When President Trump finally met with Vladimir Putin in Helsinki in July 2018, he expressed skepticism about the Putin-did-it racket. En una conferencia de prensa conjunta con el presidente ruso, se le preguntĆ³ a Trump sobre las acusaciones de intromisiĆ³n en las elecciones rusas y Ć©l respondiĆ³: “El presidente Putin dice que no es Rusia. No veo ninguna razĆ³n por la que serĆ­a.”

AƱadiĆ³: “PreferirĆ­a correr un riesgo polĆ­tico en pos de la paz que arriesgar la paz en pos de la polĆ­tica, y seƱalĆ³ que creĆ­a que la interferencia rusa era principalmente una invenciĆ³n de sus enemigos polĆ­ticos.

Trump incluso se atreviĆ³ a mencionar el hecho de que el FBI no probĆ³ los servidores del DNC: “Tienes grupos que se preguntan por quĆ© el FBI nunca tomĆ³ el servidor —, ¿no lo han hecho.... ¿por quĆ© se le dijo al FBI que abandonara la oficina del ComitĆ© Nacional DemĆ³crata?”

Como era de esperar, los medios occidentales se volvieron locos. Pero el frenesĆ­ se hundiĆ³ en las rocas de la opiniĆ³n pĆŗblica, como solĆ­a suceder con Trump. El Washington Post no pudo calcular las cifras de las encuestas que recibiĆ³ Trump despuĆ©s de rechazar pĆŗblicamente la falsa Rusia entrometida en la narrativa electoral:

[La] reacciĆ³n pĆŗblica a nivel nacional [a la cumbre de Helsinki] parece mĆ”s silenciosa que en Washington, donde Trump enfrentĆ³ fulminantes crĆ­ticas bipartidistas por parecer ponerse del lado de Putin por las agencias de inteligencia estadounidenses en una conferencia de prensa el 16 de julio en Helsinki.

¿La lecciĆ³n? Estar en contra de la polĆ­tica pantanosa para restablecer relaciones amistosas con un Estado nuclear armado no es algo que moleste a los estadounidenses comunes y corrientes.

Es posible admirar la pura audacia de los conspiradores y sus amigos en los medios por lograrlo. Durante los primeros dos aƱos y medio de la presidencia de Trump, construyeron una trampa diabĆ³lica: si negaba que Rusia interfiriera en las elecciones, significaba que Ć©l mismo estaba en connivencia en la conspiraciĆ³n.

Los republicanos insistieron estĆŗpidamente en admitir falsas intrigas rusas, lo que permitiĆ³ a los conspiradores decir que estaban justificados para investigarlas. La colusiĆ³n rusa fue un engaƱo. Es hora de admitir finalmente que tampoco hubo interferencia rusa.

La servil aceptaciĆ³n por parte del establishment republicano de Putin de Washington ilustra perfectamente por quĆ© pierde regularmente batallas polĆ­ticas. Dotados en 2016 de una victoria inmerecida en un realineamiento generacional al que se vieron arrastrados a patear y gritar, procedieron a cuestionar su fuente y validez.

Porque si Trump fue producto de una intriga al estilo de la KGB, entonces Hillary fue vĆ­ctima de una intromisiĆ³n. Trump fue al menos un desventurado beneficiario. La canasta de deplorables no sĆ³lo eran perdedores racistas, sino tambiĆ©n tĆ­teres involuntarios de Putin.

Siempre hubo una contradicciĆ³n lĆ³gica bĆ”sica en Russiagate: Si el expediente Steele recurriĆ³ a fuentes rusas para revelar un complot de Putin para daƱar a Hillary, ¿por quĆ© incluĆ­a principalmente locuras que perjudicaban a Trump? Y si fue creado para difamar a Trump, ¿por quĆ© la comunidad de inteligencia confiĆ³ en Ć©l para concluir que Putin querĆ­a atrapar a Hillary?

Lea atentamente, el expediente le indica quiĆ©n lo fabricĆ³ a partir de su primera pĆ”gina:

La fuente B afirmĆ³ que la operaciĆ³n TRUMP fue apoyada y dirigida por el presidente ruso Vladimir PUTIN. Su objetivo era sembrar discordia y desuniĆ³n dentro de los propios Estados Unidos, pero mĆ”s especialmente dentro de los Estados Unidos Alianza transatlĆ”ntica lo cual se considerĆ³ contrario a los intereses de Rusia. Fuente C, un alto funcionario financiero ruso dijo que la operaciĆ³n TRUMP debe verse en tĆ©rminos del deseo de PUTIN de regresar a la polĆ­tica ‘Great Power’ del siglo XIX anclada en los intereses de los paĆ­ses’ en lugar del orden internacional basado en ideales establecido despuĆ©s de la Segunda Guerra Mundial. HabĆ­a oĆ­do a PUTIN hablar de esta manera con colaboradores cercanos en varias ocasiones.

La clave es el uso del descriptor trans-“Atlantic” para describir las ambiciones de Putin. Esa es una palabra privilegiada de Washington. Es el “A” en la OTAN. Es el “Atlantic” en Atlantic Council. A menos que Vladimir Putin recorra el Kremlin hablando como un cabildero de la OTAN, nunca dijo ninguna de esas cosas.

Una alianza transatlƔntica basada en ideales que desafƭa a la chusma que prefiere una gobernanza basada en el interƩs nacional es, en cambio, el paradigma de polƭtica exterior de posguerra llamado atlantismo.

Al final, la clase polĆ­tica querĆ­a que la interferencia rusa fuera cierta debido al continuo control del atlantismo sobre el alma estadounidense. Los genios malvados detrĆ”s de esta operaciĆ³n cebaron el anzuelo con un seƱuelo de Putin sabiendo que el establishment republicano (ver, por ejemplo. Paul Ryan, Mitt Romney, NeverTrump) no podrĆ­an resistirse.

“Rusia v. Estados Unidos, el Rematch”, volverĆ­a a ser Estados Unidos en 1985, y los republicanos amenazados por la insurgencia de Trump recuperarĆ­an sus pequeƱos tronos y dominios.

Si no hubiera lugares como la Brookings Institution y el Atlantic Council financiados por gobiernos extranjeros con intereses pecuniarios en mantener bases de la OTAN en sus paĆ­ses, esta operaciĆ³n nunca habrĆ­a despegado.

La histeria rusa demuestra, mĆ”s que nada, que Estados Unidos no es una democracia. Es una democracia interna dirigida por cabilderos y grupos de expertos incluso en contra de las elecciones de los votantes estadounidenses. Se dice que Eisenhower tiene cuidado con el complejo industrial militar, y esa sigue siendo una descripciĆ³n justa de la gran bestia amorfa.

El primer mandato de Trump quedĆ³ paralizado por el atlantismo. En su segundo mandato, se ha vuelto espectacularmente hacia la bestia, clavando una estaca en su corazĆ³n que aĆŗn late. Los verdaderos hechos del Russiagate son especialmente importantes a medida que la administraciĆ³n Trump procede a transformar el establishment de la polĆ­tica exterior. Lo anterior es la historia completa del peor escĆ”ndalo en la historia polĆ­tica estadounidense.


Publicar un comentario

0 Comentarios